Cuando en la asignatura de historia llegábamos a la época de Carlos III, uno de los mejores reyes que ha gobernado el Imperio Español, se nos hablaba de un tipo de reinado denominado: «el despotismo ilustrado». Una forma de entender el gobierno desde una tradición histórica y una perspectiva paternalista donde se busca la mejora del bien común, pero sin que los gobernados tuvieran ningún tipo de voz en las decisiones que afectarían al desarrollo de sus vidas cotidianas. Esta forma de gobernar se definió mediante una frase: «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo».